[En español...] Voz ("Voice") (1972), for soprano and electronic sounds, is above all a joyful piece that evokes instinctive passion and celebrates love, pleasure, peace and humour.
It came into being under the operational conventions for a live concert, in which the singer used a hybrid score that combined traditional musical notation with signs specially designed for the vocal effects sought by the composer. For the electronic part, it was necessary to transport and reinstall all of the equipment from the Electronic Music Laboratory of the Conservatorio Nacional de Música de México to the concert hall of the Instituto Cultural Benjamín Franklin in Mexico. Before interweaving the components, Quintanar decided that certain "electronic colours" should envelop the emotions expressed by the soprano, to create an indissoluble cosmos of sound, rather than just an "accompanying melody."
As the event was taking place, it was already clear that it could not be repeated. This was due firstly to the characteristics of the synthesizers used (Buchla and Moog) which were operated using cables that had to be connected from a sound generator to a module that transformed the received signal, which was then sent out using various key or sensor devices. Secondly, there is no record of the diagram of connections used, and it would be impossible to reproduce today even if the equipment existed.
The intent was to produce a musical phenomenon as unique as human behaviour itself, as special as the voice of Guadalupe Pérez Arias, who surrendered to the aesthetic experience with an open-mindedness that did justice to her prestige as Mexico's leading singer.
Considering the piece three decades later, on a recording (which is the only way to hear it now), we can agree with maestro Rodolfo Halffter, who called it "magnificent," and was amazed at the expressive potential that the methods used opened up for all talented composers.
En español :
Voz (1972), para soprano y sonidos electrónicos, es ante todo una obra gozosa, que hace referencia a la pasión instintiva y celebra el amor, el placer, la paz y el humor.
Se generó bajo convenciones operativas adoptadas para un concierto en vivo; en él la cantante siguió una partitura híbrida, donde la notación tradicional se combinaba con signos especialmente diseñados para los efectos vocales deseados por el compositor. Para la ejecución de la parte electrónica fue necesario transportar y reinstalar el equipo completo del Laboratorio de Música Electrónica del Conservatorio Nacional de Música de México a la sala de conciertos del Instituto Cultural Benjamín Franklin en México. Previa interconexión de los componentes, Quintanar determinó que ciertos "colores electrónicos" envolvieran las emociones expresadas por la soprano, creando un cosmos sonoro indisoluble, y no una mera "melodía acompañada."
Ya en la misma época en que se realizó el evento se sabía que sería irrepetible, primero por las características de los sintetizadores usados (Buchla y Moog) que operaban mediante cables que había que conectar desde un generador de sonido a un módulo que transformaba la señal recibida, la cual se disparaba por dispositivos diferentes ya fueran teclas o sensores. Segundo porque no existe registro del esquema de conexiones realizado y hoy es imposible de reproducir, aún si el equipo existiera.
La intención fue producir un fenómeno musical tan singular como la propia conducta humana, tan especial como la voz misma de Guadalupe Pérez Arias, quien sin prejuicios se entregó a la experiencia estética que se le ofrecía, haciendo honor a su prestigio de primera figura del canto mexicano.
Considerada la obra a tres décadas de distancia y apreciada mediante una grabación (única forma posible en el presente) podemos coincidir con el maestro Rodolfo Halffter, quién la calificó de "magnífica," admirándose de las posibilidades expresivas que con estos medios se abrían a todos los compositores de talento.